martes, 8 de noviembre de 2011

Un reflejo olvidado


Por unos segundos el mundo fue iluminado con un resplandor agradable.
El fabuloso olor que desprendía el joven que iba sentado a su lado le hacía sentir cosas que ya creía olvidadas, incluso algunas por primera vez. Se aventuró a creer que él era suyo.
El traqueteo del tren hizo inevitable que el muchacho se durmiese y por más que ella apretase los dedos y se mantuviese quieta para no despertarle, su hombro quedaba muy lejos para que él pudiese recostar su cabeza cómodamente y así descansar sin que las bruscas paradas y vaivenes del vagón le despertasen.
Pero el metro avanzaba rápido y ella intuía que la separación estaba cerca, su estómago se encogió aun más cuando sus brazos se rozaron de nuevo y su imaginación voló hacia recuerdos reales o creados que no sabía diferenciar.
La música que anunciaba el transbordo le despertó, él se levantó sin decir nada, su cabeza se mantuvo al frente, no le regaló ni una sola mirada rompiendo así su corazón.
Desde la despedida hasta que llegó a su casa no quedará grabado en su cabeza, pequeñeces rutinarias como esas no merecen ser archivadas, su cuerpo conoce el camino y le llevaría de cualquier modo.
Así que sin saber cuánto tiempo había transcurrido, abrió la puerta de su casa. Un niño corrió hacia ella y le ofreció un generoso abrazo. Su marido le dio un beso en la mejilla mientras le conducía hacia la mesa donde todos le esperaban para una suculenta cena que él mismo había preparado para su amada esposa. Sonrió y dejó que aquella otra chica subiera de nuevo al metro para no bajar de él.
Aquella misma mujer que no pudo ver los ojos de súplica que le dedicaba del chico por no mirar nunca el reflejo del cristal.

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