jueves, 12 de diciembre de 2013

La foto.

-Ahora que te veo con otros ojos, no eres para tanto - intentó mentirse a si mismo.
Ella le devolvió una tímida y cálida sonrisa.
Él no pudo evitar sentirse molesto de nuevo, la lejanía que les separaba se percibía tan cercana, tan corta, como la ilusión de un oasis. No escuchaba sus palabras, no recibía sus sentimientos... y él... él seguía repitiendo su nombre en un mal hábito creado imposible de eliminar.
No era amor, no podía ser amor, pero no lograba ponerle nombre a lo que se despertaba en su interior... No era real tampoco, era consciente de que no podía ser real porque en su mundo, las cosas que existían tenían nombre pero dolía, si dolía tenía que existir, pero no tenía nombre... entonces no existía y enloquecía. Quería preguntar pero la vergüenza no se lo permitía, él que sabía tanto, él que tenía todas las respuestas... él había sido derrotado por ella, sin esfuerzo, sin hacer nada, sin saber que le estaba destrozando. Ella que ni tan siquiera sabía su nombre.
Él no lloró, sólo se destiñó hasta volverse gris, taciturno, empezó a dudar del mundo, de lo que sabía, perdió la seguridad, la sonrisa, la alegría, la tristeza, su futuro, las ganas... se volvió de cartón piedra y su mundo se detuvo.
Ella le devolvió una tímida y cálida sonrisa.

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